Toda cosificación es un olvido……….. Walter
Benjamín
Max
Weber dedicó su trabajo a comprender el fenómeno de las sociedades modernas
capitalistas y el problema de la racionalización. Esto entendido como la ampliación de la razón instrumental con
arreglo a fines a todos los ámbitos de la sociedad. Algo que impresionó al
sociólogo alemán fue descubrir que en el arte, la razón juega un papel tan
importante, que en su versión occidental, lo mismo que la ciencia y todas las
demás instituciones estatales y sociales en dicha área, se halla condicionada por
un racionalismo de un tipo específico. Weber describió la modernidad cultural
como “una separación de la razón
sustantiva expresada en los sistemas religiosos y la metafísica en tres esferas
autónomas; ciencia, moral y arte”[1],
que se separaron y diferenciaron porque las cosmovisiones del mundo unificadas
de la religión y la metafísica se escindieron. Jürgen Habermas escribe que a
partir del siglo XVIII, las problemáticas heredadas de estas viejas
cosmovisiones de mundo pudieron organizarse según aspectos específicos de
validez; verdad, derecho normativo, autenticidad y belleza. De esta manera
pudieron ser tematizados como problemas de conocimiento, justicia y moral o
gusto. Para Weber la modernidad es una expresión sin límites de la dominación,
la conducta hedonista desarrollada hasta el paroxismo, incompatible con una
moral adherida a una conducta racional teleológica. Tomando como punto de
partida la manera en que Weber expone el concepto de racionalidad y yendo a un desarrollo analítico de este fenómeno podemos
llegar a observar los efectos en las áreas intelectuales y políticas de la
sociedad, no solo en el ámbito privado, sino como una expansión del fenómeno de
la racionalización de la vida cotidiana. La visión neo conservadora desvía hacia un modernismo cultural las incomodad
cargas de la modernización capitalista exitosa o no de la economía y de la
sociedad. Una escisión entre modernización social y el desarrollo cultural de
la misma sociedad. Esto nos da a entender en la discurso que la actitud hedonista
o el narcisismo serían causales del retiro de la posición social, ocultando en
su discurso los verdaderos orígenes, que obedecerían a las variables económicas
de producción imperantes de la sociedad occidental que tuercen las actitudes
hacia el trabajo, el consumo, el exitismo y el ocio. Bajo estas condiciones y
una dinámica de crecimiento económico acelerado, le eficacia organizativa del
Estado, la modernización social penetra cada vez con mayor fuerza en la formas
anteriores de la vida humana. Esta subordinación de las distintas esferas de la
vida bajo imperativos sistémicos se constituye en un elemento de perturbación
de la infraestructura comunicativa de la vida cotidiana. Como señalé más
arriba, la acción racional con arreglo a fines, se amplía a todas las esferas,
como la racionalización de la acción total y que como fenómeno se vuelve
institucionalizado a través del progreso técnico y científico; la razón técnica
como ideología de la dominación de la naturaleza y de los hombres. El
incremento acelerado de los saberes humanos acumulados (fuerzas productivas) ya
legitimadas por el progreso científico y técnico en un tipo de sociedad donde
las relaciones de producción emergen como “la forma” de organización
técnicamente necesaria de una sociedad ya racionalizada. De esta forma la
dominación se reactualiza y amplia no sólo por la tecnología como medio, sino
por la misma tecnología. Esta ya no aparece sólo como una racionalización de
las estructuras e instituciones sociales sino que también como la
racionalización de la vida del hombre, una imposibilidad técnica de poder
lograr la autonomía del hombre, de la capacidad de decidir sobre la propia
vida. Para Habermas la sociología surge como ciencia de la sociedad burguesa; a ella le
compete la tarea de explicar el decurso y las formas de manifestación anómicas
de la modernización capitalista en las sociedades preburguesas.[2].Para
el autor los clásicos de la sociología, tratan de de plantear su teoría de la
acción de forma que sus categorías
capten el paso desde la comunidad a la sociedad. El problema para
Habermas surge en la forma en que Max Weber trata de explicar el racionalismo
occidental en su forma categorial y metodológica. Lo que Habermas pretende es
dar cuenta de la necesidad de una teoría de la acción comunicativa si se quiere
abordar de forma adecuada el tema de la racionalización social, que según el
autor quedó marginada de la discusión sociológica después de Weber. Para
Habermas la racionalidad está estrechamente ligada a sujetos capaces de
lenguaje y de acción y como hacen uso del conocimiento y no el conocimiento
mismo y cómo fue
adquirido este. En ese sentido es que el concepto de racionalización al ser
desligado de los procesos de modernización y situarlo bajo otra perspectiva
para que la teoría de la acción quede
exenta de racionalidad en la acción y por otro parte, la metodología de la
comprensión se vea libre de ese problemático entrelazado de cuestiones de significado
con cuestiones de validez. Habermas propone que concepto de racionalidad es en
realidad más amplio que el concepto moderno que tenemos de él, y entiende que
las diferencias entre el pensamiento mítico y el pensamiento moderno no radica
en el plano de la lógica. “el hecho de
que nosotros atribuyamos la lluvia solamente a causas meteorológicas mientras
que los salvajes creen en los dioses, los espíritus, la magia, pueden influir
en la lluvia, no demuestra que nuestros cerebros funcionen de forma diferente
que los de ellos…”[3]
Con esto el autor intenta explicar que nuestros patrones de pensamiento nos
han sido suministrados por nuestras respectivas sociedades y por lo tanto,
serían relativas y particulares. Esta perspectiva (racionalidad) puede ser
llevada a la teoría social. En “Problemas de legitimación en el capitalismo
tardío”, Habermas al tratar la
problemática de las crisis, escribe que la sociología debe captar y conectar Integración
social e Integración sistémica. Siendo la primera el referente a los sistemas
de instituciones en los cuales sociabilizan sujetos hablantes y actuantes y
donde se preserva la identidad a través de la tradición y la segunda esfera
reservada al rendimiento de los mecanismo de autogobierno específicos de un
sistema que se auto regula y que está destinado a conservar el patrimonio del
propio sistema. En ese sentido integración social refiere al mundo
de la vida e Integración
sistémica a los rendimientos. Por una
parte tenemos a los individuos en su diario vivir y por otro lado tenemos los
elementos, las decisiones y las políticas que se implementan y como estas
operan según su éxito o fracaso. “Cuando
concebimos un sistema social como mundo-de-vida, ignoramos su aspecto de
autogobierno; si entendemos una sociedad como sistema, dejamos sin considerar
el aspecto de validez, es decir, la circunstancia de que la realidad social
consiste en la facticidad de pretensiones
de validez aceptadas, a menudo contrafácticas” [4]
Para el autor, tanto el “paradigma de
mundo de vida como el de sistema, tienen su razón de ser; otro problema es
asociarlos”[5]
En su texto “Modernidad, un proyecto
incompleto”, escribe …..”que la diferenciación de la ciencia, la
moralidad y el arte ha llegado a significar la autonomía de los segmentos
tratados por el especialista y su separación de la hermenéutica de la
comunicación cotidiana”[6]
La tarea que él propone, es la de trasmitir una tradición cultural, de la
integración social y de la socialización, a través de una adhesión que él
denominó “racionalidad comunicativa”. Habermas centra su interés en las
condiciones formales de la racionalidad del conocimiento, de entendimiento lingüístico
y de la acción en la expresión de la vida cotidiana o en el plano más
organizativo o sistemático (Integración Sistémica) de las organizaciones sociales. “La
teoría de la argumentación cobra aquí la tarea de reconstruir las
presuposiciones, condiciones y condiciones pragmático-formales del
comportamiento explícitamente racional”[7]
Como vemos y antes señale, se trataría de mostrar que se hace necesario una
teoría de la acción comunicativa si se
pretende abordar o tematizar hoy día de manera adecuada la problemática de la
racionalización social, en buena parte marginada después de Max Weber. Habermas
defiende una noción comprehensiva de la racionalidad comunicativa combinada con
un modelo holista de justificación, mientras (aquí una de sus criticas),
pensadores como Karl Popper prefieren la versión weberiana de la racionalidad estratégica o instrumental que se
mantienen fiel a un modelo deductivo de
justificación. En ese sentido Habermas destaca dos tipos de implicaciones,
donde la primera guardaría relación con la filosofía practica. Para Habermas,
Popper asimila los juicios morales a evaluaciones y opta por una explicación desicionista o voluntarista de ambas;
para Habermas las orientaciones o actitudes axiológicas[8]
dependerían de los estándares que elegimos. Popper, según Habermas, no admite
ningún procedimiento o principio, como el de universalización, que permita la
incorporación racionalmente motivada de estándares de valores. La elección de valores
dependería de lo que Max Weber llamó
“conflicto de dioses y demonios”. El punto que Habermas defiende es que
una actitud crítica y no dogmatica es una cuestión de argumentos y no de fe. Si
fuera así, la razón se nos aparece como un valor entre muchos otros. La teoría
de la acción comunicativa por el contrario, sería un intento de entregarnos una
versión plausible de por qué una persona socializada en un lenguaje y en una
forma de vida cultural no puede sino implicarse en prácticas comunicativas y, por
tanto, asumir ciertas presuposiciones
pragmáticas, presumiblemente generales. Una reconstrucción del contenido
intuitivo de presuposiciones ineludibles de la acción comunicativa podría
revelarnos un tejido de idealización a las cuales los individuos adscriben, sin
alternativa posible, por todo sujeto que hable e interactúe, en la medida en
que participe de alguna manera en tales prácticas culturales. En síntesis, se
trata de poner la racionalidad como un modo de vida que no obedece a
elucubraciones de intencionalidad o de conocimiento de las implicancias estratégicas de la acción. El concepto de
modo de vida al referir a “los sistemas culturales de interpretación o imágenes
del mundo, que reflejan el saber que hay de fondo de los grupos sociales y que garantizan
la coherencia en la diversidad de sus orientaciones de acción”[9],
implica para Habermas, devolver al mundo de la vida la racionalidad, en poner
en frente a lo público los enunciados discursivos para ser estos sometidos a
juicios, tarea que requiere previamente distinguir esferas del mundo externo;
el mundo objetivo propio de la acción estratégica y la acción instrumental, el
mundo interno; el mundo subjetivo del sujeto y el mundo social; el normativo de
la sociedad. Un escenario donde convergen el sujeto social y la vida social
expuesta a la critica (consenso) formativa o constructiva del sujeto
constitutivo de la sociedad y no escindido de esta, en pocas palabras, una
interacción del hombre y la naturaleza. Hemos visto en este trabajo que Jürgen
Habermas intenta ampliar el concepto de racionalidad, concepto que parecía
agotado desde Weber y el diagnóstico de su época y con ello el concepto mismo
de modernidad, no como un proyecto acabado sino mas bien inconcluso, como se
titula uno de sus textos. Devolver una ética perdida, no solo en el lenguaje,
también en las relaciones sociales y en las formas en que la democracia hoy se
manifiesta; la defensa de una democracia deliberativa y los principio del
Estado de Derecho hacia una base normativa necesarias para configurar una
esfera una esfera pública mundial.
CLAUDIO PEREIRA
Primavera
de 2010
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<!--[if !supportFootnotes]-->[1]<!--[endif]-->
Habermas, Jürgen, “Modernidad: un proyecto inconcluso”, (1986), pág. 3
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Habermas, Jürgen, “Teoría de la acción comunicativa I “, (1989), pág. 21
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Ibíd., cit. pág. 72
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Habermas, Jürgen, “Problemas de legitimación en el Capitalismo Tardío”, (1975),
pág. 20
<!--[if !supportFootnotes]-->[5]<!--[endif]-->
Ibíd., pág. 19
<!--[if !supportFootnotes]-->[6]<!--[endif]-->
Habermas, Jürgen, “Modernidad, un proyecto inconcluso”, pág. 5
<!--[if !supportFootnotes]-->[7]<!--[endif]-->
Habermas, Jürgen, “Teoría de la Acción Comunicativa” vol. I, (1989), pág. 16
<!--[if !supportFootnotes]-->[8]<!--[endif]-->
“teoría de los valores”
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Ibíd., pág. 70