Para
Lukàcs el concepto de mercancía se
constituye como el problema estructural central del modo de producción
capitalista. Para este autor la forma mercancía es una relación entre personas
que adopta la naturaleza de una cosa, en otras palabras una relación entre
hombres y su trabajo que se transforma” en una relación entre objetos: No solo
de objetiva el producto humano y se cristaliza en un “mundo de objetos”, sino también
se objetiva el hombre mismo en tanto que el hombre ya no se percibe como
sujeto, sino como objeto, en función de las leyes “naturales” del mercado. El
trabajador pierde su relación directa con el todo de su trabajo y esta relación
perdida, se expresa solo en trabajo abstracto, productor de valores de cambio, instalándose
en la misma conciencia del trabajador. Esta descomposición del proceso del
trabajo, como mecanización racional, separa las cualidades psicológicas del
trabajador de su personalidad total, objetivándose con intención de insertarlas
en sistemas racionales de especialización reducidas al formalismo calculista.
Para ello la división social del trabajo es la condición que permite romper
dicha relación del trabajador con el producto de su propio trabajo: Así el
trabajo mismo pierde su vinculo con la unidad orgánico-irracional que esta,
según al autor, cualitativamente determinada. Esta separación viene a
reemplazar la concepción orgánica y espontanea en relaciones racionales
formales cosificadas, como un proceso económico unitario, produciendo a la vez
que las relaciones humanas con los objetos reales se tornen invisibles e
irreconocibles y que esas mismas formas se constituyan como verdaderas
expresiones de la vida social. Pero el proceso debe abarcar todas las
manifestaciones de dicha vida social y para ellos esta racionalización del
trabajo debe también producir una ruptura con los métodos jurídicos, empíricos
y administrativos tradicionales (y sus vínculos materiales), instalando un
sistema cerrado de puro formalismo lógico. Así por ejemplo tenemos el derecho
tradicional (fluido, dinámico, irracional) transformado en un derecho
especializado encarnado en juristas profesionales especializados), en
correspondencia con la economía en su forma general y universal (nuevamente un
perdida de la visión del todo) que debe ser coherente consigo misma, ocultando
cualquier elemento contradictorio, tornándose funcional como reflejo de la
situación económica o mejor dicho, de la realidad económica. Esto también
ocurre en el ámbito de la ciencia moderna, que se aparta a su vez de toda
problemática material y ontológica, eliminando estas esferas y diseminándolas
en leyes parciales en sistemas formalistas herméticos, ocultando así el mundo
exterior y su carácter cualitativo que les es inasible. De esta manera la
ciencia queda incapacitada de conocer el carácter social de su propio campo de estudio, evacuando cualquier
realidad caótica y los valores que la constituyen. La filosofía se abre aquí
como pura posibilidad de formar una ciencia en conjunto, una reconexión con el
todo atomizado por la antes nombrada especialización, recuperando y trayendo de
vuelta el sustrato material lo que esa misma división evacuo; Pero sería vano
buscar alcanzar una conexión con el todo a través de la transcendencia ·”valores
eternos”, pues estos mismo trascendentes, reconfiguran mediante el formalismo,
las leyes naturales “dadas” entrando ellas en concordancia con las formas de
pensamiento de la sociedad burguesa, sustrayendo una vez mas el sustrato
material que ocurre en la ciencia, la jurisprudencia y la economía. Se hace
necesario buscar una clarificación efectiva, buscando la génesis de la ciencia,
el derecho, la economía y el formalismo,
penetrando el los motivos, y la
necesidad de ellos, como relación sujeta a intereses de clases, motivaciones de
actos, etc. Así podríamos dar cuenta de una realidad cognoscible, en esa misma
penetración de los motivos que producen dichos fenómenos pero esto no podría
ocurrir si las ciencias se unificaran de forma mecánica, sino más bien se
transformaran internamente a través de un método filosófico unificador. La
filosofía burguesa para Lukàcs sería incapaz de ello: No porque no siente
cierta “nostalgia de unidad” [1];
no porque la filosofía haya aceptado el mecanismo antimaterial de la existencia
y el formalismo calculista de la ciencia, no, sino porque pata nuestro autor en
el terreno de la sociedad burguesa es imposible alterar el punto de vista, la
perspectiva, la visión. Puede producirse un intento de un conocimiento
acumulativo enciclopédico de el saber como un todo como también poner en duda
el valor del sistema de conocimiento formal en frente de la “vida misma”, pero
todas estas corrientes de pensamiento estarían condicionadas por la tendencia
básica del pensamiento filosófico, que acepta domo dado los resultados y los
métodos de las ciencias especializadas. La filosofía quedaría atrapada en la
misma lógica que busca develar, imposibilitada de entrar en la cosificación que
subyace a esa lógica formal: De esta manera el mundo cosificado de los hombres
se nos presente como el único mundo posible, el único conceptualizable, como el
único comprensible. No hace mucha diferencia si esto es aceptado con
satisfacción, con resignación o desespero ya hasta que se busque un camino de
vuelta a lo místico irracional o mejor dicho la inclusión de estos elementos en
el camino hacia la vida, el pensamiento burgués seguirá siendo su propio
obstáculo en la senda hacia planteamientos claros sobre su génesis, su finitud,
lo real y la sustancia que en ella yace perdida.
Claudio Pereira
[1] Lukács, Georg, (1923)
“Historia y Consciencia de Clase), Cáp. I “El fenómenos de la cosificación”
Pág. 153
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