martes, 25 de marzo de 2014

EL SUJETO DESGARRADO O DESCENTRADO DE ANTONIO STECHER (PSICOANÁLISIS)


Con el advenimiento del Iluminismo, un proceso histórico que inunda por completo la vida social, se inaugura un antropocentrismo sin precedentes en la historia humana. La idea de hombre, madurez de la humanidad y su capacidad de autodeterminación le permite como condición de posibilidad, reorganizar el mundo de forma racional, donde es la propia razón el eje central de este acometido histórico y precisamente esta virtud humana es llamada a constituirse como la única fuente de validez frente a la producción de conocimiento.
El proyecto ilustrado, para Stecher, es un “proyecto optimista que identifica al sujeto  con su conciencia racional e intenta excluir todo resabio de irracionalidad o tradición[1] separando del individuo todo aquello  relacionado con su alteridad, alejándose frenéticamente del prejuicio (Gadamer), de la superstición y de la costumbre, una tabula rasa.
A partir de esto, el romanticismo, vislumbra de antemano la cara oculta de las promesas de la ilustración, ve desamparo, desarraigo,  dolor, pues la razón al servicio de los hombres, se ha vuelto un instrumento de dominio y control.
El hombre comienza un proceso de extrañamiento en relación a la naturaleza, y retorna a ella a través de un mundo de representaciones dominado por el nominalismo en el lenguaje que intenta dominarlo no solo la naturaleza y sus objetos, sino a si mismo.
Esto crea una especie de vacío en el individuo; un desgarro. Situación que la reflexión estética del romanticismo intenta resarcir,  enfocando sus fuerzas en reconciliar el aspecto racional del ideal ilustrado con aquella subjetividad teñida de negatividad que soslaya. La intentar  una reconciliación del sujeto con el mundo desde el plano de la experiencia y no del conocimiento científico ni de la técnica. En este escenario, el arte juega un rol fundamental como lenguaje que exterioriza el sentir del sujeto desgarrado y a  la vez  intenta reconstruir el lazo con la naturaleza. (Modernismo a modo de ejemplo)



El romanticismo y su  reflexión estética revaloran todas aquellas cualidades sensibles del hombre planteando que éstas no lo desviarán en su búsqueda de la verdad y del conocimiento, sino por el contrario, lo guiarán de una manera más completa, lo potenciarán, pues hay algo que no calza con la promesa del llamado ethos civilizatorio, sin perjuicio de los grandes avances (modernización), del mismo modo, aparece una creciente sensación de inconformidad, de insatisfacción. Por ese afán de cientificismo y cuantificación, el hombre ha podido auto comprenderse de manera cosificada, dado que en su afán por dominar la naturaleza, deja de ser parte de ella. La idea de  sujeto desgarrado hace alusión a la pérdida “de la unidad primordial  con la naturaleza”[2], por lo que el romanticismo hace un llamado a  recuperar aquello que lo define como hombre, a la armonía con la naturaleza, con los otros y consigo mismo.
 Para el psicoanálisis, la “paradójica identidad de la ‘subjetividad’ humana”[3] tiene dos caras, una luminosa  y otra oscura, un sujeto que está marcado por el  desgarro (la castración)  y la alteridad (lo consciente), entendidas ambas caras como constitutivas de la subjetividad moderna, o dicho bajo los preceptos de Freud, originarias del aparato psíquico del hombre. Para los ilustrados, la razón era la máxima y en este sentido, era aquello que le daba el poder de dominar tanto la naturaleza como los otros sujetos, y el psicoanálisis viene a configurar un esquema donde, dentro de lo consciente hay algo que le es desconocido, extraño y que al parecer  lo gobierna desde las  tinieblas.
En este escenario, Stecher sostiene que la postura de Freud es configurarlo (el psicoanálisis) de tal manera de enlazar  su afán racionalista  y  la  noción  de inconsciente propiamente tal, con toda la carga subjetiva que este lleva, bajo los preceptos y normas de la racionalidad subjetiva, es decir,  aplicando las mismas reglas de las ciencias naturales al psicoanálisis: el resultado de la subjetividad unida a la ciencia. En definitiva, lo que busca es  reconciliar ambos aspectos del hombre bajo las reglas de la ciencia.
Si bien la idea de inconsciente puede ser entendida como un duro golpe para el paradigma ilustrado, pues socava sus principios auto fundantes, poniendo en movimiento la idea de que hay procesos del psiquismo (inconsciente) que el Yo consciente no puede manejar a su antojo, es más, desconoce cómo este actúa y los efectos que  tiene en su aparato anímico y psíquico.

Con la multiplicidad de información el hombre se vio enfrentando a cierta incapacidad de reflejarse en ese conocimiento. No obstante, también puede  entenderse o interpretarse  como el entendimiento humano llevado a su máxima expresión, es decir,  se llega a tal nivel de análisis, de conocimiento que se descubre el inconsciente y, bajo el psicoanálisis, se  utilizan todas las herramientas de las ciencias para investigarlo y procurar, en la medida de lo posible, entenderlo.
 Se produce un giro desde un hombre “auto-transparente”, donde el ente es capaz de comprender y conocer todo cuanto no es susceptible de conocerse en su totalidad y por consiguiente imposible de dominar. La aparición, el descubrimiento del inconsciente, es lo que cristaliza el sentir del romanticismo, corriente que cuestiona de forma vehemente la postura ilustrada por considerar que es ella la que da origen al desgarro del sujeto o sujeto desgarrado, quien vive con un intenso sentimiento de pérdida, que lo agobia e inquieta, pues “ha perdido para siempre sus vínculos sagrados con el mundo”[4]  hecho que se ve plasmado en la creación artística en forma de alienación y desgarramiento.

Esta situación se puede asimilar a la muerte, mejor dicho,  al duelo por la muerte (trauer), pues se perdió esa conexión con el mundo, ya no hay vuelta atrás, por tanto, el hombre debe aprender a vivir sin ella, algunos se refugiarán en la  ciencia (ilustración) y otros en la experiencia subjetiva (romanticismo), pero a fin de cuentas, ambos asumen la pérdida, sin embargo el camino que tomen marcará el tipo de duelo que llevarán. Es conciencia racional y conciencia subjetiva; la dialéctica entre ellas lo   que busca  aunar el psicoanálisis.

La transito histórico del cambio de paradigma seria análogo al tránsito de la infancia a la adolescencia que ejemplifica lo anteriormente expuesto: el adolescente reniega de todo aquello que hacía cuando era un niño, como sus juegos y fantasías. Por una parte asume y disfruta su nueva “situación” y su libertad y por otro lado no la soporta (Kant) y añora lo perdido (Blake)
La tabula rasa ilustrada podría verse complementada en lo que el romanticismo ve materializado con la irrupción del inconsciente, es decir, fenómenos que van  más allá de lo tangible, lo cuantificable y que son constitutivas del hombre como un ente de “dos caras”, factor que harían de la existencia una situación más completa en su propia precariedad.




[1] Stecher, A. “Desgarro y subjetividad”,  en Revista Babel, Universidad Bolivariana, año 2004, Nº1-2. , pág. 182
[2] Ibíd., pág. 188
[3] Ibíd., pág. 177
[4] Stecher, A. “Desgarro y subjetividad”. En Revista Babel, Universidad Bolivariana, año 2004, Nº1-2. Pág. 195


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