martes, 25 de marzo de 2014

SOBRE LA TRANSFERENCIA EN FREUD

Entendemos por transferencia un género especial de relación respecto de una persona; es un tipo característico de relación de objeto. Lo que la distingue principalmente es el tener por una persona sentimientos que no le corresponden y que en realidad se aplican a otra. Fundamentalmente, se reacciona ante una persona presente como si fuera una del pasado. La transferencia es una repetición, una reedición de una relación objetal antigua. Es un anacronismo, un error cronológico. Se ha producido un desplazamiento; los impulsos, los sentimientos y las defensas correspondientes a una persona del pasado se han trasladado a otra del presente. Es primordialmente un fenómeno inconsciente, y la persona que reacciona con sentimientos de transferencia por lo general no se da cuenta de esa distorsión.[1]
 Para comprender el concepto llamado transferencia, se hace  necesario situarnos en dos posiciones, a saber; un fenómeno observable que posee una explicación fenomenológica y lo que Freud llamaría una explicación metapsicológica.
La primera, es la resultante del traslado del afecto que corresponde a vivencias del pasado en el presente, en este caso con el psicoanalista; se ven escenas del pasado o los aspectos que corresponden a ella en escenas actuales (temporalización). La segunda explicación – metapsicológica-  la podemos abordar argumentando que se produce un traspaso de energía libidinal que corresponde a una representación de deseo inconsciente reprimido hacia una representación o palabra (pre-consiente) que mantiene un tipo de relación asociativa desconocida por el “YO” pre-consiente. Dicho en otras palabras, la “cantidad” de afecto correspondiente a la representación – objeto – reprimida, perteneciente a sucesos de la infancia, donde se vuelven correspondientes con representaciones de objeto de la vida actual, del presente, y que resultan inusitadas y en general inadecuadas. En la transferencia se “hace” actual el suceso infantil,  que es su verdad  material y arcaica en la intensidad del afecto con que se revive la escena, sin recordarla en la actividad de la memoria consiente (verdad histórica). La  pulsión o deseo reprimido, no está domado, solo se expresa como puro desplazamiento a un suceso actual, que a través de la asociación revive aquella pulsión como si fuese presente. En la transferencia tenemos la representación de un deseo objetal inconsciente reprimido, cuyo “velo” logra retornar de lo reprimido, por un desplazamiento de la energía a una representación pre-consiente. La actualización en términos prosaicos, opera entre lo inconsciente y el “YO”, entre verdad material e histórica, entre lo arcaico, lo primitivo lo perdido, en contraposición de un “YO” que se resiste a ser devorado en las fauces de la perdida, ya que en ella habita la angustia y el olvido.


Freud como si de una lógica darwinista se tratase, plantea que la supervivencia del yo se da en base a representaciones de extrema complejidad, porque en ella se encuentra la posibilidad de reconciliación de este “yo” con el pasado y lo perdido. El “yo” opera como un agente temporalizador, desde donde el mismo “yo” actúa como un montaje y un relato. 
Se trata de una repetición que consiste en satisfacer en el presente y con una cierta persona un deseo (realizado o fantaseado) con un objeto de la infancia del sujeto, desde ahí,  al servicio del principio de placer. También se repite, sin embargo, el deseo fantaseado edípico de la sexualidad infantil aunque nunca haya tenido satisfacción, por lo que se transforma en objeto de deseo-fetiche a posteriori.
Esta evidente relación entre inconsciente y tiempo – para el sujeto – se explica en que todo proceso inconsciente se sitúa fuera del tiempo. No posee ningún atisbo de cronología destructora del eje temporal que al carecer del tiempo, esta siempre latente como pulsión, en esta actualización se nos aparece una sustitución de una verdad material primaria, una independencia, una autonomía del tiempo, y la sustitución de la realidad exterior objetal por una psíquica, donde la alteridad de esa verdad material no puede ser apropiada por el aparato racional del “yo” consiente. Es aquí, donde el “totalitarismo” del “yo” se cruza en un gesto, un instante de extrañamiento entre la bestia reprimida y la bestia represora. La perversión de lo inconsciente rompe con el eje temporal, lo ante cruza, lo penetra y es ahí donde surge el “yo” como agente normalizador poniendo orden. Desde ahí es donde actuamos, desde un “yo” que crea su propia escena, en un montaje historiado, es como un actor que en su monologo se sitúa de pronto en el ágora de Atenas como en las murallas de Ilion, de forma simultánea, transponiendo tiempo, espacio y lógica en función de su monologo.
El tiempo, aparece como la posibilidad de sacudirse de la angustia de lo perdido, en un recuerdo racionalizado-temporalizado-actualizado, transformado en olvido para así alejar la perdida original del paraíso de la lactancia y de la perversión sexual originaria.

CLAUDIO PEREIRA
2009




[1] Greenson R, Técnica y práctica del psicoanálisis. Buenos Aires, Siglo XXI, pág. 155.

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