martes, 25 de marzo de 2014

SOBRE LA DIALECTICA DEL ILUMINISMO DE ADORNO Y HORKHEIMER

Adorno y Horkheimer disparan su crítica directamente a la Ilustración. La idea central que exponen estos autores en los albores de su “Dialéctica de la ilustración”, refiere a que el programa de la “Aufklärung” fue el desencantamiento del mundo, a saber, el fin de los mitos y el consiguiente reemplazo de la fantasía por el conocimiento. El desencantamiento del mundo (“Die Entzauberung der Welt”, según la frase de Max Weber) es la extirpación del animismo. Según Adorno y Horkheimer, es evidente que para el Iluminismo todo lo que no “calza” con las reglas del cálculo y de la utilidad es dudoso. Cada residuo espiritual que la Ilustración encuentra en su camino al progreso no hace más que reforzar su propia fundación. Este es su carácter totalitario. La dialéctica de la Ilustración es una reflexión sobre las transformación de la modernidad en una verdadera mitología que parte con la formulación de un problema; ¿Por qué la humanidad se esta acabando a si misma en una nueva barbarie? El proyecto de la modernidad fue enriquecido en su génesis por la posibilidad histórica de crear una sociedad más racional, por tanto, más humana. Y digo más humana porque la premisa fundamental del Iluminismo y de la modernidad era la emancipación o liberación del hombre como valor supremo a tal punto que la libertad social es inseparable de la misma razón ilustrada. Es pertinente entonces formular la pregunta  de la autodestrucción de la razón que lleva a la barbarie bélica (guerras mundiales, holocausto) de la sociedad moderna, es preguntarse sobre la autodestrucción de la misma Ilustración. El Iluminismo  se destruye a si mismo cuando esta se convierte en un mito; “La ilustración es el temor mítico hecho radical” [1]
Este nuevo tipo de barbarie como naturaleza caída del hombre moderno no puede ser distanciada del progreso social que sin lugar a dudas va asociado al mismo proyecto. Con fuerte influencia de Max Weber, Adorno y Horkheimer destacan que el programa del Iluminismo fue el desencantamiento del mundo, la disolución de los mitos y la sustitución del conocimiento por la moda. Como antes señalé, para Adorno y Horkheimer el desencantamiento del mundo es la destrucción del animismo. Este anti animismo implica que todo lo que no se ajusta a las leyes del cómputo y la utilidad se piensa como irracionalidad y por ende una regresión, una vuelta atrás. El Iluminismo es progresivo y totalitario en un mismo movimiento. Para el “aufklärung” el principio básico del mito es el antropomorfismo. Esto guarda relación con el Psicoanálisis y el despertar del Yo en el hombre, que reconoce al poder como principio de todas las relaciones humanas. La semejanza del hombre con dios es el poder por sobre toda la existencia. Sobre el Ser, el dominio del mundo.

Lo abstracto, que es no solo la herramienta principal del Iluminismo sino también su mejor fetiche, trata a los objetos según su propio proyecto; la manipulación de estos y su destrucción. La matriz del dualismo cartesiano sujeto-objeto de la metafísica moderna, echa raíces en la distancia entre la cosa misma que el amo obtiene de los esclavos. La dominación conceptual de transforma en real. En el trabajo humano y su dominación opresiva, el primero evacua el mito al mismo tiempo que retorna a este. Homero, en la epopeya de Ulises (prefiero Odiseo) hace una mixtura entre el mito y el trabajo racional. Odiseo tiene dos opciones  ante el embrujo de las sirenas y sus cantos. La primera esta dentro de lo pragmático; poner tapones en los oídos de los marineros para que estos no escuchen el canto embrujador de las sirenas y así puedan remar sin perder el rumbo y la otra es contemplativa, subjetiva, para él mismo; amarrarse al mástil del barco y neutralizar de esta manera la llamada de las sirenas, que se convierte en el objeto de su admiración y contemplación. Se convierte en arte. Las herramientas o dispositivos de dominación son el lenguaje, las armas y en último término las maquinas. Estas herramientas que son creación humana se hacen independientes de quien los creó y terminan subyugando al hombre. El relato de Homero expresa la unión entre mito, dominio y trabajo, nos dice Adorno y Horkheimer. Odiseo escucha el canto de las sirenas pero al hacerlo, deja atrás el mito, lo vence. Sabe qué ha dejado atrás y ya nada será igual. Debe solo vivir para el presente.  Con ello separa el canto, la poesía, lo sublime, de un mundo práctico, un mundo orientado al hacer, separado del arte mismo de la actividad vital del hombre. El temor de Odiseo a perderse, es el temor que el Iluminismo encierra en su pretensión universalista. “El hombre cree estar libre del terror cuando ya no existe nada desconocido”[2] y “Nada absolutamente debe existir fuera, pues la sola idea del exterior es la genuina fuente del miedo”[3]Odiseo sabe que para subsistir de debe hacer oídos sordos al canto de lo irremediable. Odiseo posee un saber y hace que los remeros trabajen para él. Y sabe lo que es mejor para ellos. Estar sordos ante el sonido del Ser. El pensar y el imaginar queda relegado al plano del arte, donde poco peligro representa. Cuando Odiseo disciplina a sus remeros, disciplina a través de una libertad contraria a la propia conciencia del hombre. Su dominio sobre sí mismo, se trasforma en el supuesto dominio del hombre de sí mismo, en un engaño total de las masas, engaño que es reproducida por estas. El ideal ascético de Odiseo se transforma en el mito de la burguesía. La negación de la felicidad y la dedicación al trabajo y a la producción. La unidad del colectivo como unidad es ya la negación de la singularidad misma. Las masas histéricas (parafraseando al  Führer alemán) no son una vuelta atrás, es el triunfo mismo de la igualdad opresiva.
 El Iluminismo reconoce como ontológico y eventual solo lo que puede aprehenderse como una unidad, el ideal es un sistema del cual emergería toda la realidad;”Antes los fetiches estaban bajo la ley de la igualdad. Ahora, la misma igualdad se convierte en fetiche”[4] La ciencia unificada, racionalista y empirista es el postulado básico del conocimiento, la lógica formal (herencia cartesiana) es la escuela que forma esta ciencia y pretende someter a la naturaleza. Adorno y Horkheimer en su texto se refieren a Francis Bacon como uno de los principales exponentes de este nuevo paradigma, el de la conciencia científica moderna, (parafraseando a Morris Berman). Bacon, considerado como el padre de la filosofía empirista, nos dice que es necesario acosar a la naturaleza (natura vexata), al objeto en su “New órganon”, “Disponga de una situación de modo que tenga que responder sí o no”[5]. Bacon hace un llamado a hacer que la naturaleza hable, para así saber “como” se comporta y poder explotarla. Solo el método experimental ofrece una certeza irrefutable. Bacon es un enemigo de lo tradicional, de la ingenuidad, la creencia. Este cambio de paradigma, de cosmovisión de mundo, el paso del mito  al  mundo de la ciencia, pretende fundamentalmente establecer la inutilidad del primero y efectividad del segundo, como poseedor de verdad y certeza. El mito se constituye y se fundamenta en base a la repetición y  que mediante este proceso, se refuerza a sí mismo, tornándose un metarelato que transciende en el tiempo. No se basa en la comprobación, sino en la fe, en un ethos, un modo de ser, que para la modernidad es sinónimo de primitivismo y atraso, de irracionalidad, de oscuridad. En contraposición a esto, la ciencia moderna pretende poseer la capacidad de llegar la verdad, ofreciéndonos certezas y no en base a un relato, pues posee un método que todo lo comprueba y lo demuestra (tengo mis serias dudas). La conciencia científica moderna que la ilustración promueve, destruye la relación del hombre con el mundo, la relación del hombre con otros hombres, es la ideología de la separación, y precipita a la historia humana en un callejón más oscuro del  cual el mismo iluminismo quería alejarse, justificando la destrucción  del planeta, la matanza de los seres vivos y la matanza entre hermanos. (El hombre genérico que nos hablaba el viejo Marx).



[1] Theodor Adorno, Max Horkheimer, “Dialéctica de la Ilustración” (1947), pág. 70
[2] Theodor Adorno, Max Horkheimer, “Dialéctica de la Ilustración”, (1947), pág. 70
[3] Ibíd., pág. 70
[4] Ibíd., pág. 71
[5] Berman, Morris, “El reencantamiento del mundo”, pág. 21

1 comentario:

  1. Me gusta tu descripción, sin embargo lo difícil del planteamiento Dialéctico de la Ilustración es encontrar la solución sin negar la ilustración y la ciencia como tal, pues los autores explican que esta es una reacción negativa, antidialéctica.

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