martes, 25 de marzo de 2014

SOBRE EL PORVENIR DE UNA ILUSIÓN DE SIGMUND FREUD

Para abordar la problemática de la cultura en Freud, lo primero a destacar es el carácter coercitivo y coactivo de la misma; Freud sostiene “toda cultura debe edificarse sobre un  compulsión y una renuncia de lo pulsional” que se implanta desde la primera infancia en el sujeto con el fin de, por un lado,  dominar las fuerzas de la naturaleza y por otro,  “regular los vínculos recíprocos entre  los hombres”[1]  para distribuir  y conservar de la mejor forma los bienes disponibles para la subsistencia. Dada su importancia, se le debe proteger, precisamente de los hombres, creando normas e instituciones para tal efecto; para resguardarlas de las tendencias  destructivas que éste posee (antisociales y anticulturales). Una manera de hacerlo es con  guías u orientadores dignos de tal misión cuyo bastión será la religión. En este sentido, “el fortalecimiento del superyó es un patrimonio psicológico de la cultura, de supremo valor”[2] es aquí donde de enemigo pasa a ser “portador de la cultura” se ve inmerso completamente en ella y en condiciones de protegerla. Para apuntalar lo anterior aparecen los dioses para compensar todo lo concerniente  a la relación entre el sujeto y la cultura, ser un mediador, es decir, hacer valer sus normas, una amenaza de castigo y a su vez, consuelo antes la renuncia que implica pertenecer a ella.



Con el paso del animismo, panteísmo, politeísmo al monoteísmo la relación entre hombre y divinidad se hizo más íntima, asimilando la relación con el padre, quien lo protege  y da ánimo frente a los avatares de la vida. En otras palabras, Dios  es una institución de la cultura.
De cierta manera la religión aparece como una  reacción ante la |sensación de desamparo que experimenta el hombre en su etapa adulta, respecto de la sensación de protección y cuidado que experimentara en su infancia, primero con la madre, que prontamente es relevada por el padre, y que ante la ausencia de él, aparece dios en su reemplazo.
En el plano teológico todo escepticismo hacia la religión ha sido tabú en la historia, pese a la inmensa gama de argumentos que pudieran encontrarse se ha castigado ponerla en tela de juicio sobre sus bases y orígenes. Ni siquiera desde el mundo intelectual antiguo donde se inaugura una tradición de pensamiento crítico, planteando el carácter absurdo y  ficticio de la religión. Es probable que Freud se haya inspirado de ello al plantear su idea de “ilusión”.

“El porvenir de una ilusión” se refiere al telos y al Oikos de la religión, a qué camino tomará en vista de la irrupción de la ilustración, cómo se enfrentará a los argumentos y cuestionamientos científicos, qué herramientas utilizará en su defensa, pero eso es materia de otra discusión. Volviendo a la ilusión, al carácter ilusorio de la religión, Freud sostiene que “el secreto de su fuerza es la fuerza de los deseos”[3] es por esto que no le resulta extraño, que las promesas de la religión tengan directa relación  con todo aquello que el  hombre reclama para sí: justicia, protección, una vida mejor (aunque sea en otra vida), etc. Una ilusión no es  un error, sino una creencia orientada al cumplimiento de un deseo independiente de su nexo con la realidad efectiva; el creer  y esperar  protección por parte de la religión (la figura de Pater Familiae), pero aceptando que ese padre en ocasiones será severo en pos de  procurar nuestro bienestar, esa promesa de la vida eterna en condiciones muy distintas de la llevada en la actualidad. La ilusión es cree que eso es posible, sin tomar en cuenta lo que acontece efectivamente en la realidad: la religión como una forma de dominación y de protección de los intereses de unos pocos sobre los de la mayoría oprimida.


Cuando Freud  afirma que “la religión sería la neurosis obsesiva humana universal”[4] apunta  a que la sociedad en su proceso de secularización cae en este estado que es análogo a lo que sucede a los sujetos pero de manera individual, es decir, lo mismo que sucede al niño respecto al padre (complejo de Edipo) y que provoca un extrañamiento en su adultez, le sucederá a la sociedad, a la cultura en torno a la religión; llegará el momento en que tendrá que crecer y experimentará ese extrañamiento con la religión, debiendo refugiarse en la ratio, pero la ciencia debe tener un enfoque inspirado en “reconciliar  a los seres humanos con la cultura”[5], mediante   un proceso paulatino.

Dentro del acontecer ilustrado irrumpe el cuestionamiento en torno al origen de la religión en tanto explicación a las interrogantes del hombre.  El psicoanálisis fundamentará su rechazo a ésta en que ha llenado aquel espacio que durante la infancia ocupara el padre en cuanto a la protección. Al crecer esa protección no es tal, el sujeto experimenta un desamparo del padre y recurre a la religión, la cual tiene dos enfoques, por un lado “consolar” este desamparo y por otro, regir su comportamiento. En este sentido, Freud recalca que la importancia de la relación entre civilización y religión en tanto formas de dominación y control donde la religión serviría para fortalecer la civilización, pues  sola no tendría la capacidad de controlar efectivamente a los individuos.

La religión tiene un carácter coercitivo sobre el sujeto, sin embargo, sus principios están tan firmemente naturalizados en él que llegado el momento en que se “demuestre” la inexistencia de Dios, por tanto la caída de la religión, no tendrán en qué sostenerse como sociedad y como sujeto. En este sentido, si bien la ciencia sería el punto de apoyo de los “no creyentes” o “no religiosos”, no se corre el mismo peligro pues como planteó Freud, “la ciencia ha demostrado ya, con numerosos e importantes éxitos, no tener nada de ilusorio”[6], es decir, a diferencia de los primeros, existen pruebas de su efectividad, cosa que no sucede con la religión pues sólo se trata simple y llanamente de una ilusión inspirada en los deseos de cada individuo. La crítica está dirigida principalmente  a la intromisión de la religión en los sistemas cultural o político, es decir, quela ley teológica, no debiese interferir en  la cultura. Un opositor a esta idea podría decir, ¿acaso la ciencia no tiene también un carácter  ilusorio al pensar que podrá “reconciliar” al sujeto con la cultura y dar respuesta a todas sus interrogantes, que la ciencia termine siendo una religión más moderna?  Freud diría que  la diferencia radica en que en la ciencia, a diferencia de la religión el devenir permanece en constante apertura y dispuesto a cambiar sus proposiciones, refutar sus propias hipótesis en el entendido que “a la larga nada puede oponerse a la razón y a la experiencia”[7]; es la razón humana hoy por hoy el único vector de auto gobierno y con ello dominar no sólo las pulsiones e instintos humanos sino también su lado más oscuro y desconocido.

CLAUDIO PEREIRA




[1] Freud, S. “El porvenir de una ilusión”,  año 1927. Pág. 6
[2] Ibíd. Pág. 11
[3] Freud, S. “El porvenir de una ilusión”,  año 1927.  Pág. 30
[4]  Freud, S. “El porvenir de una ilusión”, año 1927.  Pág. 43
[5] Ibíd.  pág. 44
[6] Ibíd.  pág. 54
[7] Freud, S. “Las resistencias contra el psicoanálisis”, año 1924. Pág. 53

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