Para abordar la problemática
de la cultura en Freud, lo primero a destacar es el carácter coercitivo y
coactivo de la misma; Freud sostiene “toda
cultura debe edificarse sobre un
compulsión y una renuncia de lo pulsional” que se implanta desde la
primera infancia en el sujeto con el fin de, por un lado, dominar las fuerzas de la naturaleza y por
otro, “regular los vínculos recíprocos
entre los hombres”[1] para distribuir y conservar de la mejor forma los bienes
disponibles para la subsistencia. Dada su importancia, se le debe proteger,
precisamente de los hombres, creando normas e instituciones para tal efecto;
para resguardarlas de las tendencias
destructivas que éste posee (antisociales y anticulturales). Una manera
de hacerlo es con guías u orientadores
dignos de tal misión cuyo bastión será la religión. En este sentido, “el
fortalecimiento del superyó es un patrimonio psicológico de la cultura, de
supremo valor”[2]
es aquí donde de enemigo pasa a ser “portador de la cultura” se ve inmerso
completamente en ella y en condiciones de protegerla. Para apuntalar lo
anterior aparecen los dioses para compensar todo lo concerniente a la relación entre el sujeto y la cultura,
ser un mediador, es decir, hacer valer sus normas, una amenaza de castigo y a
su vez, consuelo antes la renuncia que implica pertenecer a ella.
Con el paso del animismo,
panteísmo, politeísmo al monoteísmo la relación entre hombre y divinidad se
hizo más íntima, asimilando la relación con el padre, quien lo protege y da ánimo frente a los avatares de la vida.
En otras palabras, Dios es una
institución de la cultura.
De cierta manera la religión
aparece como una reacción ante la
|sensación de desamparo que experimenta el hombre en su etapa adulta, respecto
de la sensación de protección y cuidado que experimentara en su infancia,
primero con la madre, que prontamente es relevada por el padre, y que ante la
ausencia de él, aparece dios en su reemplazo.
En el plano teológico todo
escepticismo hacia la religión ha sido tabú en la historia, pese a la inmensa
gama de argumentos que pudieran encontrarse se ha castigado ponerla en tela de
juicio sobre sus bases y orígenes. Ni siquiera desde el mundo intelectual
antiguo donde se inaugura una tradición de pensamiento crítico, planteando el
carácter absurdo y ficticio de la
religión. Es probable que Freud se haya inspirado de ello al plantear su idea
de “ilusión”.
“El porvenir de una ilusión”
se refiere al telos y al Oikos de la
religión, a qué camino tomará en vista de la irrupción de la ilustración, cómo
se enfrentará a los argumentos y cuestionamientos científicos, qué herramientas
utilizará en su defensa, pero eso es materia de otra discusión. Volviendo a la
ilusión, al carácter ilusorio de la religión, Freud sostiene que “el secreto de
su fuerza es la fuerza de los deseos”[3] es por esto que no le
resulta extraño, que las promesas de la religión tengan directa relación con todo aquello que el hombre reclama para sí: justicia, protección,
una vida mejor (aunque sea en otra vida), etc. Una ilusión no es un error, sino una creencia orientada al
cumplimiento de un deseo independiente de su nexo con la realidad efectiva; el
creer y esperar protección por parte de la religión (la
figura de Pater Familiae), pero
aceptando que ese padre en ocasiones será severo en pos de procurar nuestro bienestar, esa promesa de la
vida eterna en condiciones muy distintas de la llevada en la actualidad. La
ilusión es cree que eso es posible, sin tomar en cuenta lo que acontece
efectivamente en la realidad: la religión como una forma de dominación y de
protección de los intereses de unos pocos sobre los de la mayoría oprimida.
Cuando Freud afirma que “la religión sería la neurosis
obsesiva humana universal”[4] apunta a que la sociedad en su proceso de
secularización cae en este estado que es análogo a lo que sucede a los sujetos
pero de manera individual, es decir, lo mismo que sucede al niño respecto al
padre (complejo de Edipo) y que
provoca un extrañamiento en su adultez, le sucederá a la sociedad, a la cultura
en torno a la religión; llegará el momento en que tendrá que crecer y
experimentará ese extrañamiento con la religión, debiendo refugiarse en la ratio, pero la ciencia debe tener un
enfoque inspirado en “reconciliar a los
seres humanos con la cultura”[5], mediante un proceso paulatino.
Dentro del acontecer
ilustrado irrumpe el cuestionamiento en torno al origen de la religión en tanto
explicación a las interrogantes del hombre.
El psicoanálisis fundamentará su rechazo a ésta en que ha llenado aquel
espacio que durante la infancia ocupara el padre en cuanto a la protección. Al
crecer esa protección no es tal, el sujeto experimenta un desamparo del padre y
recurre a la religión, la cual tiene dos enfoques, por un lado “consolar” este
desamparo y por otro, regir su comportamiento. En este sentido, Freud recalca
que la importancia de la relación entre civilización y religión en tanto formas
de dominación y control donde la religión serviría para fortalecer la
civilización, pues sola no tendría la
capacidad de controlar efectivamente a los individuos.
La religión tiene un
carácter coercitivo sobre el sujeto, sin embargo, sus principios están tan
firmemente naturalizados en él que llegado el momento en que se “demuestre” la
inexistencia de Dios, por tanto la caída de la religión, no tendrán en qué
sostenerse como sociedad y como sujeto. En este sentido, si bien la ciencia sería
el punto de apoyo de los “no creyentes” o “no religiosos”, no se corre el mismo
peligro pues como planteó Freud, “la ciencia ha demostrado ya, con numerosos e
importantes éxitos, no tener nada de ilusorio”[6], es decir, a diferencia de
los primeros, existen pruebas de su efectividad, cosa que no sucede con la
religión pues sólo se trata simple y llanamente de una ilusión inspirada en los
deseos de cada individuo. La crítica está dirigida principalmente a la intromisión de la religión en los
sistemas cultural o político, es decir, quela ley teológica, no debiese
interferir en la cultura. Un opositor a
esta idea podría decir, ¿acaso la ciencia no tiene también un carácter ilusorio al pensar que podrá “reconciliar” al
sujeto con la cultura y dar respuesta a todas sus interrogantes, que la ciencia
termine siendo una religión más moderna?
Freud diría que la diferencia
radica en que en la ciencia, a diferencia de la religión el devenir permanece
en constante apertura y dispuesto a cambiar sus proposiciones, refutar sus
propias hipótesis en el entendido que “a la larga nada puede oponerse a la
razón y a la experiencia”[7]; es la razón humana hoy
por hoy el único vector de auto gobierno y con ello dominar no sólo las pulsiones
e instintos humanos sino también su lado más oscuro y desconocido.
CLAUDIO PEREIRA
CLAUDIO PEREIRA
Excelente ensayo.
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