martes, 25 de marzo de 2014

LO SINIESTRO EN FREUD Y LA ANGUSTIA EN HEIDEGGER

Freud nos aclara que partimos de la base, de que la represión produce angustia, a saber, nos encontramos en la primera teoría sobre la angustia de Freud. En algunos casos lo angustioso es algo reprimido que retorna, y esta particularidad de lo angustioso es lo ominoso. No importa si en su origen el contenido de lo reprimido era angustioso o no, sino que produce angustia, precisamente por retornar de lo reprimido. El autor describe posteriormente que esto explica el paso de Heimlich a Unheimlich, algo familiar pero pretérito, que se vuelve ajeno por el proceso de represión. En palabras de Freud, Unheimlich, es de una manera cualquiera, una especie de Heimlich. Es aquí donde Freud se remite a Schelling, y su definición de lo siniestro Unheimlich, como aquello que debiendo permanecer oculto, sale a la luz. Lo ominoso remite a que representa la puerta de acceso al lugar en que cada cual ha morado al comienzo. Es por tanto, lo ominoso que otrora fue domestico, lo familiar de antiguo, lo primario, lo pretérito. Queda claro para Freud que el “un” de Unheimlich es la marca de la represión, que es la castración Lacaniana.
Los factores que Freud expone, remiten a un estado de narcicismo primigenio al que la represión transformo en algo extraño; por ejemplo el momento en que el infante establece con su madre una relación de absoluta dependencia, en donde no hay diferencia entre el YO y en NO-YO, en donde el primer “doble” del niño se encuentra en la figura materna, tomando a la madre como objeto de deseo, al ser esta aseguradora de supervivencia. Freud describe este fenómeno como un retorno a  determinadas fases de la evolución del sentimiento “YOICO”, en una regresión a la época en que el YO aun no se había demarcado netamente frente al mundo exterior y al prójimo (sic). Lo siniestro no es efecto de algo nuevo o ajeno, sino algo familiar y antiguo a la vida anímica, una remembranza del pasado, solo enajenada del presenta por la represión del YO. Recurriendo a Lacan este nos aconseja remitirse a lo siniestro para encontrar la angustia en Freud (Angst), Lacan dirá que “falta la falta”, es decir, se hace presente lo que debería faltar (el Ser) y estamos ante la angustia. Es en este instante donde nos encontramos con Heidegger, quien sostenía que la angustia no se trata de ningún objeto o ente determinado que lo produzca, a la luz del texto, Heidegger nos señala: lo amenazador no es/está en ninguna parte; esto no significa una nada, sino que la nada se hace patente  y el hombre es en su angustia en donde es arrojado a su singularidad, donde su existencia como ente puede ser empuñada de manera propia. Haciendo su aparición la singularidad, lo que la angustia es, es el mundo apareciendo como tal, dando cuenta de aquel ente arrojado a una bastardía existencial que lo angustia. Esto no es más que la nada que se presenta en la angustia  y esta no es sin los objetos del mundo, sino que estos objetos nos aparecen despojados de toda significación. Pero aquello ante lo que huye el temor y la angustia, aquello de que se siente temor y angustia, lo que atemoriza o angustia, es algo muy diferente. Lo que atemoriza es siempre un ente intramundano y amenazador por ser un ente que en un determinado “paraje” se “desaloja” cada vez más, pero pudiendo quedarse en el camino, por decirlo de una manera.

En el ocaso, diremos que tanto Freud como Heidegger nos entregan una visión distante del pensamiento cartesiano, que afirma la realidad presente en un ego como res cogitans sin mundo. En lugar de entender al hombre en su realidad, en su conciencia, la analítica de Heidegger y el método psicoanalítico Freudiano, descubren al hombre, como un ente que esta esencialmente abierto a las cosas, definidos por su estar en el mundo; como un ente, por tanto, que consiste en trascender de si propio.  Esto se visualiza por el descubrimiento de la intencionalidad como carácter de los actos psíquicos, que en definitiva afecta al ser mismo del hombre. Este trasciende de sí, apunta a las cosas, está abierto a ellas. Esto pone, como hemos señalado, una perspectiva diametralmente nueva a la realidad del mundo exterior, que no parece como algo “añadido” al hombre, sino que ya está dado en el.  Es en este escenario donde converge lo siniestro, el habitar, lo primigenio, lo reprimido,  la temporalidad, lo “YOICO”, lo castrado  y la angustia de ser en el mundo respecto a la nada, que se nos aparecen como posibilidad de supervivencia del YO construido.

CLAUDIO PEREIRA
2009


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